Este trío vino desde Castellón con una maleta cargada de historias. Traían tantas que no daba tiempo a contarlas todas, y ellos mismos no eran capaces de decidir cuáles iban a contarnos y cuáles no, así que nos plantaron la maleta delante del escenario. Cada objeto que había en ella se correspondía con una historia diferente y fuimos el propio público quienes, uno a uno, íbamos dando alguno de esos artilugios a Miguel para que nos contara su historia: desde una bola de cristal a una llave de tamaño XXL pasando por un esqueleto, gafas de sol… todo bajo el estricto control del tiempo que hizo nuestra amiga Tempus Fugit, quien nos avisó de que se hacía tarde y había que terminar: si no seguro que nos habríamos quedado encantados escuchando historias hasta vaciar la maleta.
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